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Jueves 09 Ene 2025
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En el año 2000, en el corazón de los Montes de María, se sembraron las primeras semillas de esperanza y desarrollo con la llegada de la Fundación Red Montes de María y la implementación de los Programas de Paz y Desarrollo. En un contexto marcado por la adversidad, un grupo de jóvenes estudiantes del SENA comenzó a trabajar en proyectos productivos que buscaban transformar la realidad de su comunidad.

 

La única sede del SENA en la región, ubicada en un municipio del departamento de Bolívar, fue el epicentro de esta historia de superación. Los estudiantes iniciaron con estudios cortos que más tarde evolucionaron hacia carreras técnicas en agropecuaria. El primer proyecto que presentaron fue el cultivo de maracuyá, un paso inicial que les permitió explorar las potencialidades de la biodiversidad local.

 

Pronto, el grupo incursionó en la piscicultura, rehabilitando 32 estanques abandonados en San Jacinto. Los resultados fueron prometedores, pero las amenazas de grupos al margen de la ley los obligaron a abandonar esta iniciativa. Sin embargo, lejos de rendirse, los jóvenes encontraron en la apicultura un nuevo horizonte.

 

Con apenas cuatro colmenas, iniciaron un proyecto apícola que ganó impulso gracias al apoyo del Fondo Emprender del SENA. En 2005, con el objetivo de fortalecer sus actividades, se constituyeron legalmente como asociación. Ese mismo año, nació la empresa Apiario Dulce Panal, liderada por uno de sus integrantes, Yamit.

 

La consolidación llegó en 2008 con el apoyo del tercer laboratorio de paz, financiado por la Unión Europea. Este respaldo permitió la instalación de 540 colmenas, una base sólida que marcó un antes y un después en la cadena apícola de la región.

 

Desde entonces, la asociación ha trabajado de la mano con instituciones como la Cámara de Comercio y CARDIQUE, participando en iniciativas como la ventanilla de negocios 

verdes. Hoy, continúan avanzando con los Programas de Paz y Desarrollo, llevando esperanza y transformación a los Montes de María.

 

“Siempre Dios nos ha bendecido en esta dinámica”, concluyen, demostrando que la fe y el trabajo colectivo pueden cambiar vidas incluso en los entornos más desafiante

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